Isabel Hernández es antropóloga y escritora rosarina, radicada en Chile. A pocos días de la presentación de su último libro Las Leyes del Olvido (UNR Editora, 2021), dialogamos con ella acerca de que la inspiró escribir esta historia, su proceso creativo, implicancias políticas y actualidad literaria.
- ¿En qué te inspiraste para escribir Las leyes del olvido?
Ante todo, muchas gracias, apreciados colegas de la Universidad Nacional de Rosario, por ofrecerme este espacio. Bien dicen que siempre se vuelve al primer amor. El río Paraná y la ciudad de Rosario me vieron nacer y, en la vieja Facultad de Filosofía y Letras de esta Universidad de excelencia, aprendí a leer a los clásicos que hoy me guían.
¿En qué me inspiré para escribir esta novela? Pensé en una historia apasionada sobre las arbitrariedades de las guerras y las dictaduras, sobre la absolución equivocada de la justicia, sobre seres perseguidos por sus ideales y también sobre las batallas perdidas del amor. Si al comienzo imaginé una saga familiar, me equivoqué. Esta novela es un racconto catastrófico de dos pueblos, de dos patrias, atravesada por naufragios políticos y exilios irremediables que al final logran destruir la identidad del más porfiado de los expatriados, de sus hijos y sus nietos. Yo quise escribir una historia de migración de una familia española republicana que llegaba a Rosario a mediados del siglo pasado, después del triunfo del franquismo, pero aquellos tíos y abuelos revolucionarios, batalladores en pro de la libertad y la dignidad terminaron siendo unos falangistas homicidas. Habiendo crecido entre luchadores, habiendo conocido desde siempre la cultura de la derrota, ocurrió que algunos protagonistas, al ser llevados a la ficción, se cambiaron de trinchera y el abuelo José Antonio Ballesteros, uno de los personajes principales de este libro, resultó ser patético, un miserable aprovechador del triunfo de Francisco Franco.
- ¿A qué se debe la elección del título? ¿Qué significado evoca?
Este libro se abrió camino en medio de una polifonía de voces testimoniales, donde los protagonistas se desenmascararon en medio de mis recuerdos y expresaron sin pudor sus pasiones. “Todos los seres humanos soñamos con ser otros –en algún momento lo comentó Vargas Llosa- con escapar a las estrechas fronteras dentro de las que discurre nuestra vida; por eso y para eso existen las ficciones, para satisfacer vicariamente el hambre de irrealidad que nos habita y nos hace soñar con vidas mejores o peores que la que estamos obligados a vivir”. Y entonces la vida se tiñe de ficción. Una ficción omnipresente, inquebrantable. Y, sin embargo, esto no significa olvidar la realidad. Es más, estoy convencida de que debemos escribir en contra del olvido. Todo lo que vivió nuestra generación, nuestro país y nuestra ciudad no debe olvidarse. Sin pasado, no tendríamos presente ni futuro… Afortunadamente, el olvido tiene reglas, tiene leyes y si las sabemos descubrir sabremos como amigarnos con los recuerdos y no escapar de ellos. De eso se trata esta novela.
- ¿Cómo describirías tu libro, en pocas palabras, a los futuros lectores y lectoras del libro? ¿Qué sentimientos y/o reflexiones buscas despertar con la historia de Carmen?
Este relato ilustra una historia de amor difícil, controvertida, casi imposible. Se trata del amor en “tiempos difíciles”, como diría La Trova Rosarina 40 años atrás. Aquí hay mujeres y hombres que hacen el amor como hacen la guerra, con el mismo ímpetu e idéntico compromiso, como si estuvieran encerrados dentro de una caja. Una caja verde llena de secretos, como la que el abuelo José Antonio trajo desde Salamanca, hasta que el amor sin idealismos logra vencer todos los obstáculos. Carmen es una muchacha rosarina, una convencida izquierdista de los años ´70, que está dispuesta a dar la vida por sus ideales, respeta a su abuelo, ama las calles de su ciudad y su identidad también pasa por las aguas del torrentoso Paraná, hasta que descubre a Manuel Callejas. Él es un psiquiatra a veces maldito, a veces endeble y muy confundido, que necesita desesperadamente amar y ser amado. La impulsiva Carmen, sin ninguna cautela, lo mete dentro de su propia “caja verde”: un arca sin fondo, repleto de culpas, amores, odios y recelos. Con un tono íntimo, pero a su vez lúcido y combativo, la protagonista avanza por la trama como si entrara en una pesadilla, una noche eterna de degradación humana. La guerra civil española y la última dictadura cívico-militar argentina son el telón de fondo en el que se proyectan la mala suerte, la trampa y la desilusión como marcas indelebles en cada uno de los capítulos de esta novela.
- ¿Cuándo nació tu pasión por la escritura?
Como ustedes saben, durante mis años jóvenes fui investigadora en ciencias políticas y sociales. Publiqué bastante y en distintos idiomas, pero siempre quise escribir ficción. Como es comprensible, durante muchos años, la realidad y la sobrevivencia urgían, de allí mi larga incursión en la academia o en las agencias de la ONU. Ahora, ya en plena vejez, escribo ficción. Y escribo desde el inconformismo, no lo hago para entretener ni para aletargar. Tengo la extraña impresión de que mis narraciones son fragmentos movilizadores de vidas pasadas. Fragmentos que cada protagonista recupera como cristales de una copa rota, para hablarnos de identidades astilladas en muchos pedazos. La tragedia y la ventura de muchos de mis personajes es también la de todos nosotros. Y esto lo digo no sólo desde la creación sino, incluso, desde el lenguaje, un lenguaje literario que es totalmente distinto al científico. El sólo hecho de narrar implica entrar en el terreno de lo i/real. La naturaleza de la ficción se infiltra de modo sutil en la vida real y logra transformarla, porque la ficción y la realidad se confunden en la Historia vivida de manera inextricable y ese es un terreno en el que logro gozar más que en cualquier tiempo o espacio medibles en este mundo.
- ¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Tenés algún ritual o costumbre “necesaria” para sentarte a escribir?
Porque escribo estoy vivo, solía decir Enrique Lihn. Y, efectivamente, si bien estoy aquí y con ustedes por mero y porfiado amor a la vida, también lo estoy por la literatura. El descubrimiento de la escritura como ejercicio, más allá de la memoria y del testimonio, me sumerge en los vértices a veces torcidos de las relaciones humanas y para entenderlos necesito silencio. El más caro y escurridizo de los bienes de este mundo. Soledad y silencio… Pero las demandas y los petitorios son muchos y no me quejo. Porque también creo que las atmósferas domésticas fortalecen los rituales privados del lenguaje. A veces, la cárcel de donde huimos no es más que un manicomio útil, porque la locura es un exilio de la realidad y del encuadre que diariamente nos ofrece la racionalidad. El recuerdo de los viajes, el reflejo de las apariencias, el deslumbramiento de las miradas turbias, suelen encubrir algo trascendente, todo se trata de autenticidad o empatía con la propia voz. Por eso, en el tiempo y el espacio cultural de mis libros de ficción, se alberga a perseguidos y perseguidores, mujeres libertarias, caciques, capitanejos, fundamentalistas suicidas, inmigrantes paupérrimos y otros condenados, porque el drama humano desborda la atmósfera cotidiana y social con cierto grado de irracionalidad. Esta es para mí la diferencia entre mi actual actividad de escritora y la anterior de investigadora científica.
- ¿Cuáles son tus referencias literarias?
Estamos secuestrados por el “presentismo”, la moda del día, la fortuna que se hace y se deshace, el crecimiento masivo de los lectores “bestsellerianos”, el torbellino de lo que está en boga. Se trata de una atmósfera acuciante de caos y opresión, que resulta francamente opaca. Efectivamente, vivimos perseguidos por el fantasma del corto plazo, sin ninguna consideración por la Historia (la historia profunda) que, puesta en perspectiva puede conducir nuestras acciones venideras. Pareciera que desconfiáramos de nuestras brújulas internas que son las que avistan los mejores caminos para aventurarnos en el futuro. Esta atmósfera apremiante, esta epidemia de cortoplacismo, afecta a la ficción y, sobre todo, a los protagonistas de la narrativa actual. Ellos sufren de la misma vehemencia, del ritmo de permanente aceleración, del mismo mareo que nosotros. Agonizan en un tren descarrilado, como la gran mayoría de los seres del mundo contemporáneo, o desisten de gozar sosegadamente porque no se atreven a hacerlo. Es la imagen de una gran estafa. Nos hemos acostumbrado al mundo literario de lo urgido, en el que atmósferas y protagonistas se mueven en forma rápida, angustiante y exigente, con mucho más apremio que lo fáctico. Esta es la era del vértigo tecnológico y comunicacional. Bien lo planteó Philippe Claudel hace un par de años: “La literatura debería emitir señales de alerta, activar las sirenas de alarma. La literatura debe despertar a la humanidad que hoy está en un torbellino de consumismo y urgencias que le traerá la ruina”. Por esto, y si bien no dejo de leer la literatura actual latinoamericana, a veces necesito refugiarme en los clásicos, volver a Shakespeare, Cervantes, Dostoyevsky, para nombrar sólo a tres de mis preferidos. También me convoca la voz de las mujeres escritoras de la Patria Grande, las de todos los tiempos. Sus historias me cuestionan, me animan. Para darles un ejemplo de lo relativo que es todo esto, le comento que en “Las leyes del olvido”, mientras Ballesteros se desplazaba por los poblados españoles de la guerra civil, renacían en mi memoria las tristes andanzas de Irène Némirovsky durante la post-guerra y, en especial, surgieron y me acompañaron permanentemente los escenarios de Almudena Grandes, Javier Cercas y varios otros que describieron con genialidad la trágica contienda española y sus consecuencias.
- ¿Tenés algún proyecto en mente o en el que estés trabajando?
No sé vivir, sin proyectos de escritura. Durante el último tiempo he sufrido la especulación futurológica propia de los tiempos de pandemia y esta etapa confusa me ha llevado a sentirme como la Reina Blanca de Lewis Caroll en Alicia a través del espejo: una mujer desordenada que explica las propiedades de un nuevo mundo incluida la inversión del tiempo y la necesidad de creer en lo imposible. Una escritura que abarca, a la vez, el sinsentido y la lógica. Como escritora, quiero creer que el poder de las palabras cruza fronteras, porque “los géneros también han estallado y ya no es fácil acotarlos”, como dice con razón Mariana Enríquez. Hoy, más que nunca, la literatura importa, en tanto ella es la rama artística que mejor ha explorado la problemática del ser en tiempo convulsos. Creo que por eso nació en mi escritura el perfil de Camila Sepúlveda, un personaje, una mujer feminista que desfallece en un hospital por contagio de Covid-19 y, que, a su vez e internamente, lucha contra el encasillamiento de su vida profesional dentro de los géneros de las artes narrativas. Camila consigue desnudar sus viejas limitaciones como un acto miope, violento e imperdonable. Este aporte: LA PANDEMIA: PERPLEJIDAD Y DIGRESIONES, con el título de “UN VIAJE UCRÓNICO A PERÚ, desengaños ante las ciencias sociales en tiempos de pandemia”, será publicado desde Londres en un compendio dedicado a Latinoamérica y el Caribe, conducido por el profesor guatemalteco Sergio de León. Estoy efectuando las últimas correcciones. Asimismo, comencé a trabajar en un relato que vuelve nuevamente a esta querida ciudad de Rosario, se llama “Deslumbre al mediodía” y comienza así:
Disculpen esta involuntaria auto referencia, pero cuando una está apasionada con un proyecto, cuando se siente involucrada hasta el punto de contaminarse emocionalmente, suele quedarse sin los reparos básicos de la humildad necesaria. Lo que ocurre es que, en esta historia en borrador, confieso algo inédito de mi historia política en Rosario. Quiero aclararles que he sido y, a mi modo, sigo siendo una activista política por la única razón de que me indignan las iniquidades de este mundo, pero tampoco soy una de las “imprescindibles” a las que alagaba Bertolt Brecht. Tal vez por esto, en su momento saludé a la Teología de la Liberación y su impacto en América Latina y la sigo respetando, por su gigante capacidad de despojarnos de las viejas vestiduras coloniales y patriarcales, pero hace años que volví la espalda a las ilusiones del activismo revolucionario de los partidos políticos de izquierda y opté por entregarme con mayor asiduidad a la causa más realista de los derechos de las mujeres. Sin embargo “Deslumbre al mediodía” vuelve sobre aquello pasos perdidos sin olvidar mis actuales andanzas.
- En otra entrevista mencionas que las escritoras “escribimos por y para una vida que valga la pena vivir” ¿Qué implica esto?
Así es. Porque el feminismo hoy en día es transversal y multisectorial y las feministas somos una parte importante de los pueblos en revuelta, en toda América Latina y el mundo. Nuestro sentipensar guía nuestro andar en repudio del autoritarismo, el patriarcado y la desarmonización de nuestro ambiente social y natural. Por eso expresamos nuestros sueños de cambio, de alcanzar el Buen Vivir (Küme mongen en mapudungun, Sumak Kawsay en quechua o Suma Qamaña en aymara). Por eso, como escritoras, las mujeres aportamos cotidianamente al legado de una vida sin sometimientos, ni para nosotras ni para nuestras hijas y nietas. O sea, escribimos por y para una vida que valga la pena vivir.
- Se acerca marzo, el mes de la mujer, mes de reivindicaciones feministas. Como activista ¿Cómo ves la agenda feminista actual, los logros conseguidos y todo lo que queda por hacer? ¿Cómo te parece que impactó la pandemia en este movimiento que se caracteriza por su masividad popular en las calles?
Todos sabemos que las reivindicaciones feministas dan forma a una de las batallas más larga de la Historia. Por eso debemos librarla cotidianamente y todos juntos: tanto las mujeres como los hombres que admiten que la política neoliberal y la cultura patriarcal y autoritaria nos confunde, nos exige, nos somete, nos ridiculiza y nos victimiza a todos. También por eso, las tácticas de articulación entre las feministas se adaptan al contexto, al momento histórico, al pulso político de cada instante. Hay demandas en las que la voz identificada con el ser íntimo de una sola mujer raya en la perfección y es más potente que un discurso radical repetido mecánica y multitudinariamente hasta el cansancio. La pandemia nos abrió otros senderos de organización y las hemos sabido aprovechar. Y no hay que confundirse, todas las formas de lucha contra la injusticia son válidas. En Chile, por ejemplo, hoy tenemos una Convención Constituyente que está redactando la nueva Constitución Nacional, que es paritaria. O sea, por primera vez en el mundo y en la Historia, los representantes de los Pueblos Originarios y un 50% de mujeres están dando forma a la nueva Carta Magna. Y el proceso eleccionario de estas y estos convencionales constituyentes se dio en plena pandemia.
Por último, quiero felicitar sinceramente a la UNR Editora por la publicación de las colecciones de “Cuadernos feministas de transversalización”, “Apuntes feministas” y “Polifonía de Mujeres”. Un aporte singular y loable. En materia de narrativa, felicito de igual forma a Nicolás Manzi por su decisión de reeditar a Jorge Riestra, un tremendo escritor rosarino. Nuevamente muchas gracias, queridos colegas.
No te pierdas la presentación de Las Leyes del Olvido el jueves 24 de febrero a las 18:30 horas, en nuestra Librería Universitaria (Maipú 1065).
Para conseguir Las leyes del olvido podes hacer click aquí.