Reseña: Gente así de Rodolfo Vinacua

Por Beatriz Vignoli

La historia de Rodolfo Vinacua es la de las instituciones culturales populares y públicas de Rosario. Nacido en 1926 en el barrio de Refinería, pudo cursar la primaria en la Carrasco gracias a que la escuela le pagaba el boleto de tranvía. Aquella historia consta en las notas de Olga Cossettini, directora de “la Escuela Serena”, donde Rodolfo (“niño proletario”, al decir de su maestra) se destacaba con sus composiciones literarias.

Luego estudió en la UNL de la dorada época anterior a la dictadura de Onganía, y se casó con una arquitecta sobrina de Roger Pla. A mediados de los años ’30, Roger Pla enseñaba en la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos fundada por Antonio Berni. Vinacua dirigió a fines de los años ’40 los Cuadernos del Litoral, cuyo segundo tomo de los cuatro publicados fue su libro de cuentos Gente así, ilustrado por Oscar Herrero Miranda y Jorge Vila Ortiz e impreso el 20 de julio de 1948.

En los años ’60, integró el staff de la revista Boom y construyó junto a Rubén Naranjo y otros la Editorial Biblioteca, de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil. El genocidio cultural perpetrado contra la Vigil por la última dictadura cívico militar en Argentina lo empujó al exilio. Murió en 1990 en Barcelona.

La colección Cuadernos del Litoral se perdió casi íntegra en un incendio. Al igual que tanta valiosa obra moderna producida en esta región por gente del pueblo, Gente así era una leyenda, un rumor, un mito sepultado en polvorientas bibliotecas hasta que apareció un día hace unos pocos años en la de un colega, con una dedicatoria fechada en 1955 “con retroactividad” a la fecha de su impresión. Nicolás Manzi, editor de la colección Confingere de UNR Editora (la editorial de la Universidad Nacional de Rosario) estaba entusiasmado con el hallazgo como chico con barrilete nuevo. Este año, con prólogo de Carlos Saltzmann y las ilustraciones originales de Herrero Miranda y Vila Ortiz, al fin Confingere rescató del olvido el libro de cuentos de Vinacua.

“La presente colección de relatos breves constituye, hasta donde me lo señala la información a que he podido acceder, la única obra de ficción literaria que Rodolfo publicó -poco después de haber cumplido 20 años- en todo el transcurso de su vida”, atestigua cautelosamente Saltzmann.

Los tres cuentos no sólo registran con precisión documental el lenguaje popular y el paisaje urbano obrero y fabril del barrio Refinería de Rosario en los años cuarenta, sino que poseen (si bien mucho ha cambiado) una dolorosa actualidad. El dolor de la discriminación en Gente así, los daños colaterales de la represión a los trabajadores en “Lock out”, la árida rutina y “el pequeñísimo universo” del trabajador precarizado de la industria cultural en “Un día gris” presentan tres postales posibles de hoy.

El realismo social de Rodolfo Vinacua se aleja de los estereotipos y compone sus personajes desde adentro hacia afuera, en una dialéctica incesante, siempre mostrando el trazo tenso que ancla (como el piolín de un barrilete) la subjetividad en las condiciones materiales de existencia del sujeto y su clase.

El barrilete es la gran metáfora que abraza estas tres historias de pibes o tipos que quieren volar y no pueden. En “Lock out”, el barrilete perdido aparece como correlato objetivo del cuerpo caído (el del obrero herido, como cae también el extranjero repudiado en Gente así); su pérdida constituye un emblema premonitorio de la felicidad y la inocencia perdidas cuando es aplastada la dignidad del padre. Tanto el par que insulta en Gente así como el patrón que reprime en “Lock out” empujan al pobre al lugar del desecho a pesar de su lucha, de sus resistencias.

Las palabras de estos personajes son las del hacer: el “trabajo a desgano” como medida de fuerza sindical, el lock out patronal que impide el acceso de los obreros a la fábrica, y también un rico glosario de la jerga oral de los constructores de barriletes, en la época en que cada chico se hacía el suyo con cañas, engrudo (harina y agua), piolín y papel. Reeditar Gente así implica recobrar el verbo tincar (dar un tironcito al hilo) o el adjetivo pachuzo (flojo o ajado, se infiere del contexto).

El valor literario de estos tres relatos de ficción es inmenso. La complejidad de sus espacios narrativos representa, con eficacia y moderna belleza, la compleja realidad del capitalismo, que elude la comprensión de sus mismos productores. Cada relato narra un caso de alienación del explotado. Pero en aquellos arrabales también estaba la naturaleza, un “mundo húmedo y misterioso” donde ir a cazar ranas y pescar moncholos, un mundo silvestre de diminutos insectos donde “la hierba es buena y siempre está lo suficientemente fresca cuando el rostro arde”.

Reseña de Beatriz Vignoli sobre Gente Así (UNR Editora 2019) en Página 12.

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