Cecilia Reviglio es rosarina, docente, investigadora y escritora. Desde chica sabía que quería ser parte del mundo de las letras: “jugaba a escribir antes de saber escribir”, nos cuenta. Recientemente publicó con UNR Editora la nouvelle La casa frente al mar, que pasa a formar parte de la colección Confingere. En esta entrevista le hicimos 10 preguntas que giran en torno a la novela, su relación con la escritura y sus proyectos a futuro.
SOBRE LA CASA FRENTE AL MAR
1) ¿Cómo nace La casa frente al mar?
Me venía dando vueltas la historia de un reencuentro y empecé a escribirla pensando que trabajaría en el formato que en general uso, el de cuento. A poco de empezar me di cuenta de que no podría ser un cuento, que la historia pedía otra extensión, otra estructura. Entonces, empecé a rearmar el plan. Tuve que sentarme a planificar un poco, a definir qué partes tendría, en qué orden. Por supuesto que ese plan fue cambiando a lo largo del proceso de escritura, pero lo necesité como guía para escribir, para tener más claro y por escrito, hacia dónde y cómo iba. El cuento es algo que con más o menos detalles, lo tenés en la cabeza, es manejable. No digo que no puedas perderte en el camino, también puede pasar. Pero en una novela, aunque sea una novela corta como esta, es más fácil terminar en un lugar que no querías. O al menos era mi temor ya que era la primera vez que me animaba a esa extensión.
2) ¿De dónde proviene el título?
Los títulos siempre me cuestan mucho. Es todo un arte el de encontrar el título de un texto y para mí es un arte esquivo. Sin embargo y aunque tuvo diferentes títulos a lo largo del proceso (todos títulos que no me convencían, que sabía provisorios), cuando encontré este supe, creo que como nunca antes con ningún otro texto, que lo había encontrado, que era ese y no otro, que era el definitivo. Era el título para esa historia.
En ese sintagma —La casa frente al mar— se condensan todos los sentidos, los significados que, para mí, tienen peso en la historia que se cuenta.
3) ¿En qué te inspiraste para escribir la novela?
No sé si la palabra es inspiración. Sí hay en la novela muchas de mis preocupaciones, de mis cavilaciones: la escritura, el pasado, las relaciones que se terminan, lo que se hace con el pasado y con las relaciones que dejaron de ser. De hecho tengo varios cuentos que abordan el tema de la relación entre dos personas que fueron pareja y ya no lo son. No sé muy bien por qué, pero es un tipo de vínculo que me inquieta, que me genera interrogantes. Y la ficción es una buena manera de ensayar respuestas, así, en plural. Porque como en todo lo que hace a la condición y las relaciones humanas nunca hay una respuesta, sino respuestas posibles.
También hay algo con el paisaje marino que me convoca. El escenario del mar siempre me resulta seductor para pensar historias. Es algo que descubrí hace poco cuando de pronto me encontré entusiasmada con diferentes cuentos y novelas que había leído y que lo único en común que tenían eran el escenario de mar, de playa.
LA RELACIÓN CON LA ESCRITURA
4) ¿Cómo nació tu relación con la escritura?
Supongo que de chiquita. Copiando a mi hermana mayor, jugaba a escribir antes de saber escribir. Además, siempre me gustaron las tareas de escritura en la escuela. Después, en la adolescencia, la escritura fue una cuestión casi de edad, medio catártica, medio experimental, medio terapéutica en el sentido de buscarse en la escritura. En realidad, mi adolescencia estuvo más marcada por el teatro que por la escritura. Disfrutaba buscarle la vuelta para las adaptaciones que hacíamos de obras de teatro en el taller de teatro de la escuela —escuela de la UNR, el Superior—, y también escribía algunos textos en prosa que no se correspondían con ningún género.
Durante la facultad, ensayé con resultados muy malos, muy pobres, el registro poético. Pero es algo que intenté por aquellos años. De esa misma época es también una suerte de novela, que escribí en computadora por primera vez y que anda perdido, por suerte…
5) ¿Cómo es tu proceso creativo, tus rituales a la hora de escribir?
Mirá, es curioso, porque si bien yo soy muy de rutinas, de rituales, te diría que no los tengo para escribir. Sí puedo decir que para sentarme a escribir tengo que tener algo más o menos pergeñado en la cabeza. A mí, al menos, no me sirve eso de sentarme frente a la pantalla a pensar, o escribir a borbotones lo que salga, salga lo que salga, o darme una rutina de un tiempo equis cada día, como sé que le resulta a muchos escritores. A mí esas rutinas me generan demasiada ansiedad y me angustian cuando no logro escribir. Fui encontrando otras formas no muy sistemáticas. Mi proceso de escritura empieza mucho antes de sentarme frente a la computadora. Aparece una idea que puede ser una imagen, una anécdota que le escucho a alguien, una sensación, un recuerdo y que por algo que no sé muy bien qué es, me interpela, me insiste, me dan ganas de convertir en un texto. Pero con eso no es suficiente. De hecho tengo muchos de esos motivadores apuntados en un cuaderno o en la cabeza y nunca se convirtieron en textos, o no todavía.
A partir de ahí, rumio bastante, le doy vueltas en la cabeza. Y esos momentos, en general, son los momentos en los que tengo el cuerpo ocupado en otra cosa: mientras lavo los platos, o hago jardinería, o —antes de la pandemia— voy en colectivo, o camino. Esos momentos en que el cuerpo está ocupado y la cabeza libre. Ojo que eso no es una técnica, ni un método que implemento. Quiero decir, después de un tiempo descubrí que funcionaba así y lo aprovecho. Pero fue más un descubrimiento que otra cosa. Tampoco es que cuando me siento tengo el cuento o texto entero en la cabeza. Dejo que la misma escritura me sorprenda, pero para eso necesito sentir que tengo la idea lo suficientemente masticada como para sentarme a ver qué sale escrito. Muchas veces lo que necesito es que una o dos ideas o imágenes o lo que fuere, que me impresionaron por algún motivo pero que solas no me alcanzaban para construir una historia, se conecten. Si logro esa conexión, si ya lo tengo, puedo sentarme a empezar a escribir. A veces, escribo de corrido. Otras, es más trabajoso y me lleva varias jornadas terminar el primer borrador. Siempre viene después mucho tiempo de trabajo de reescritura: leer, releer, preguntarse, probar, leer en voz alta para ver cómo suena y, en mi caso, que voy a un taller literario desde hace casi diez años, llevar el texto al taller para recibir devoluciones, efectos de lectura, críticas de los compañeros y de Pablo Colacrai, el coordinador, que me ayudan a terminar de cerrarlo o, en algunos casos, incluso a abandonarlo, definitiva o temporalmente.
6) En una entrevista que te realizaron en 2015, contás que hubo una etapa en la que dejaste de escribir ¿Querés contarnos por qué? ¿Qué te llevó a volver a escribir?
No sé si hubo un motivo. Al menos no manifiesto. Supongo que el acercamiento a la vida académica me fue alejando de la escritura de ficción. Y fue justamente la vida académica la que me llevó a volver a ella. Hubo un tiempo largo en el que escribía sobre todo cuestiones académicas, de trabajo, todo el tiempo previo y durante el cursado del doctorado. Y mientras estaba escribiendo la tesis, mientras pasaba horas y horas sentada frente a la computadora, sintiendo por momentos que quería irme de ahí pero no podía —escribir una tesis es una actividad bastante total y muy agobiante, por momentos—, encontré ese lugar donde huir, minimizando la ventana de la tesis y abriendo otra, la de mis primeros cuentos ya de adulta. Podría decirte que dejé de escribir ficción porque no tenía nada que decir o que contar o nada que sintiera que podía contar y después, de golpe, llegó del deseo, la necesidad y viste cómo es el deseo cuando llega… “Cuando las cosas llegan a los centros no hay quien las detenga”, dice un personaje de la obra de Lorca, La casa de Bernarda Alba. Algo así, digamos, es lo que me pasó con la escritura de ficción. El deseo llegó a los centros y ya no pude hacerme la distraída.
7) En esa misma entrevista, contás que ya antes de elegir qué estudiar, sabías que querías escribir, ¿por qué elegiste Comunicación?
Porque en ese momento, escribir tenía un sentido más amplio y yo quería trabajar de escribir en un diario, es decir, quería ser periodista de prensa escrita. Después me fui dando cuenta de que el trabajo en un diario o revista, requiere de algunas otras tareas que tenés que hacer con las que no me siento muy cómoda. Junto con eso me fue gustando mucho la vida académica, la docencia y entonces llevé mi escritura hacia ahí. Hoy, escribo artículos, ensayos, fichas de cátedra como parte de mi trabajo, un trabajo que disfruto mucho, un trabajo que me define, de alguna manera. E intento escribir ficción como parte de eso que necesito hacer, que si no hago, se me desacomoda algo porque el deseo me pulsa, me pincha, me empuja.
8) ¿Cuáles son tus referencias literarias, aquellas/os que te inspiran?
La desolación de las tramas y los personajes de Onetti; la calidez y la sensibilidad de los textos de John Berger, la escritura como tema en la novela En breve cárcel de Sylvia Molloy, por nombrarte algunas. Como lectora, disfruto mucho de los escritores norteamericanos: Faulkner, Hemingway, Carver, Richard Ford. Y más cercano, aunque no tienen nada que ver con lo que escribo, los cuentos de Samanta Schweblin o Mariana Enriquez.
PROYECTOS A FUTURO
9) ¿Qué nuevos proyectos tenes en mente?
Seguir escribiendo cuentos, por lo pronto. Por ahora, no hay otra novela —ni corta ni larga— en el horizonte. Seguir trabajando en proyectos colectivos con los compañeros de la colección Cuenta Ciencia con los que disfruto enormemente trabajar, dentro y fuera de la colección, Sole, Sergio, Seba, Ali. Ese fue un gran hallazgo y un gran desafío de los últimos años: la construcción colectiva de un grupo con el que tenemos proyectos en común pero también apoyamos cada uno de los proyectos individuales de escritura. Y eso, junto con el espacio colectivo del taller, en una actividad tan solitaria y de tanto ensimismamiento como es la escritura, es un tesoro.
AUTORES LEEN AUTORES
10) Por último, ¿Leíste algún/a otra/o autor/a de UNR Editora? ¿Qué autor/a de la editorial recomendarías?
Leí Tetris de Federico Ferroggiaro y Notas en un diario de Osvaldo Aguirre. Ambas me gustaron mucho. También recomiendo, para los interesados en el campo de la comunicación, el libro de Ricardo Diviani, Semiólogos críticos y populistas y el de Sandra Valdettaro, Epistemología de la comunicación. Y, por supuesto, para los más peques, toda la colección Cuenta Ciencia, incluido el fuera de serie, Cinco historias con Belgrano.
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